Halong Bay
Tras luchar contra mis temores a los lugares cerrados me adentre en la primera cueva. Habiendo recorrido tan solo 10 metros en tal claustrofobico lugar me di la vuelta y corri hacia la entrada, dejando a Lyndon pasmado adentro. Fue entonces cuando descubri que solo habia un camino de entrada y uno de salida, el cual se encontraba justo al otro lado de la isla, donde nuestro barco esperaba..
Con un infinito numero de gestos y muecas consegui montarme en otro barco, lleno de turistas japoneses, que me llevo a nuestro barco donde, por suerte, encontre a Lyndon...
Esparcidas entre las diminutas islas nos topamos con unas cuantas aldeas flotantes... No os podeis imaginar nuestra sorpresa al ver a adultos, ninos y perros en una rutina diaria rodeados por aguas saladas.. Era rarisimo!
Tras pasar la noche bebiendo repugnante vodka vietnamita con un grupo de chalados australianos, dormir en el diminuto camarote junto con el vaiven de las olas fue extranamente relajante.